Queridos alumnos:
En muchas ocasiones me habéis pedido que os explique cual es el sentido de la Filosofía. Hoy, aprovechando que mañana es el Día Mundial de la Filosofía, os respondo. Este no quiere ser un discurso “desde la cátedra”, como profesor que imparte doctrina, sino como persona , que manifiesta sus opiniones, sus incertidumbres, sus problemas.
Como en algunas ocasiones me habéis manifestado, la filosofía os aparece una actividad inútil y, como tal, carente de sentido. Y aunque os parezca paradójico, quiero reafirmaros, aunque sólo en parte, en vuestra apreciación. Realmente la filosofía académica, que vosotras y vosotros habéis estudiado, estudiáis y probablemente estudiaréis, posiblemente no sirva para nada. Ello dependerá de circunstancias, que ahora no voy analizar. Pero no es de esa filosofía de la que yo quiero hablaros.
La Filosofía no es algo que necesariamente haya que estudiar, sino que es una actitud ante la vida. Ya lo dijo Kant, "lo importante no es aprender filosofía, sino aprender a filosofar". Yo he ido descubriendo esta actitud a medida que me he ido enfrentándome con el estudio de la filosofía y la lectura de algunos textos filosóficos. Esto que he descubierto, por cierto nada original, es lo que quiero contaros.
La filosofía surge como una actitud que pretende comprender el mundo y sus acontecimientos. Y de su afán por saber, nace a su vez su dimensión crítica, con la que pretende eliminar todos aquellos prejuicios que impiden una mejor aproximación a la verdad. A la vez que la historia del pensamiento avanzaba, la filosofía se iba vaciando de contenidos, que asumían los distintos saberes con metodologías propias, es decir las ciencias. Así, la filosofía retoma su espíritu más genuino, el ser más una actividad de análisis crítico, que un saber con contenidos propios, aunque todavía algunos le siguen quedando.
Este es el papel que yo quiero destacaros de la filosofía, la actitud de análisis crítico, como actitud vital del género humano, y no sólo de los filósofos profesionales. En este sentido, como afirma Russell, "todos somos filósofos", y diría aún algo más, todos debemos ser filósofos.
Ahora bien, mantener hoy en día esta actitud filosófica es algo que probablemente carezca aún más de interés efectivo, que el propio estudio de la filosofía. El motivo de esta afirmación radica en mi constatación, de que una actitud de este tipo resulta incómoda, dado que nos incita continuamente a pensar por nosotros mismos y a no dejarnos llevar por la corriente del pensamiento dominante. Y yo os pregunto: ¿cuántas de nuestras conductas no están regidas por el que dirán o por las costumbres sociales?.
Así pues, este es el sentido de la afirmación kantiana, que algunos ya conocéis, “Sapere aude!” (Atrévete a saber) con la que encabezo mi escrito, y que nos incita a pensar por nosotros mismos para salir de la inmadurez de nuestra minoría de edad.
La dificultad de mantener hoy en día esta actitud, radica en que a pesar de vivir en una época en que la libertad de pensamiento está garantizada legalmente, estamos condicionados por las tendencias sociales, que impiden el diálogo y la comunicación, y como consecuencia de ello, la autoreflexión.
Vivimos en un ámbito social que se caracteriza por la asunción receptiva de lo que viene de fuera. Somos más contempladores de acontecimientos, que dialogantes reflexivos sobre los mismos. Nos movemos en un mundo donde lo que priva es el ocio terapéutico del Reggaetón o del Hit Hop, la victoria tribal del clan deportivo, o la asunción de los valores con que la “caja mágica” nos muestra el mundo en seiscientas veinticinco líneas, a la par que nos presenta modelos de debate y comunicación a los que sólo estamos invitados como espectadores, o a lo sumo invitados para enviar SMS. Internet, una gran herramienta de comunicación, se ha convertido en muchos casos, en otro elemento de ocio en el que abundan las conversaciones rápidas e insustanciales. En definitiva en una nueva ventana, más para mirar, que para reflexionar.
Con tanto ruido a nuestro alrededor, con actitudes pasivas y poco reflexivas, se hace difícil la comunicación y el diálogo.
El hecho de que defienda actitudes de comunicación y diálogo no es algo gratuito. Se debe a que estoy convencido de que sólo mediante la comunicación con los otros, y en la medida que estos se me oponen como diferentes, es decir con visiones del mundo diferentes a la mía, puedo, mediante el diálogo, enriquecerme y comprender mejor los acontecimientos.
La comunicación me presenta los acontecimientos, no como algo que tiene una forma única de manifestarse, sino como algo que se manifiesta pluralmente. A la par, la comunicación de las opiniones de los otros me plantean nuevos interrogantes y me hacen pensar, en definitiva me facilitan la autoreflexión.
Teniendo en cuenta esto último, creo que la tarea filosófica carece de sentido desde la perspectiva del francotirador apostado en su parcela de realidad. Filosofar es filosofar con otros. Sólo mediante el diálogo se nos muestra la verdad. La verdad que, consecuentemente, no es única ni definitiva, sino que es una verdad que se muestra inalcanzable como algo definitivo, a la vez que divergente, y en la que sólo podemos converger dialogando. Por todo ello, os digo, que estoy convencido, que no hay más verdad que aquella que nosotros construimos intersubjetivamente mediante el continuo diálogo entre los miembros de la comunidad humana.
Esta es la razón por la que manifiesto la necesidad de mantener una actitud filosófica (analítica y crítica de los acontecimientos). Una actitud que solo puede ser tal, en la medida que se lleva a cabo en el diálogo con los otros. Unos otros que se me oponen como diferentes y me cuestionan, desvelándose los acontecimientos no como algo único, sino como algo plural y diverso. Por todo ello, es importante el acuerdo. Un acuerdo que nos permita desarrollarnos desde una perspectiva práctica, que nos facilite construir nuestro propio mundo, no desde las imposiciones que vienen desde fuera, dadas por los distintos grupos de poder, sino desde el ámbito común del consenso, que me permite asumir mi compromiso personal en el acuerdo.
Crear una sociedad que posibilite la comunicación y el diálogo es la actitud revolucionaria, que lleva implícita la filosofía como actitud crítica. Desoír esta llamada supone que podemos perdernos en el anonimato de una masa social dirigida por unos intereses, que no son los nuestros, sino los que otros pretenden que asumamos.
Por ello, junto con Kant os incito a mantener esa actitud crítica de pensar por uno mismo con los otros. Sin intentar grandes cambios, sino revolucionando lo cotidiano, lo próximo. Hablemos con los libros, con la prensa, con la televisión, con las personas próximas.
En esto creo que radica la importancia del saber. No sólo las leyes nos hacen libres, ésta es sólo una importante condición material. El saber, el conocimiento son quienes nos permiten optar más libremente. Quizás sea ese el sentido de la frase evangélica “la verdad os hará libres”.
Por todas estas razones “Sapere aude!”, que la valentía y la verdad os acompañen y feliz Día Mundial de la Filosofía.