5. La Ética
Hasta ahora hemos hablado poco de la Ética, aunque ya te has topado con este término en años anteriores, ahora tenemos la oportunidad de volver sobre él y ver cómo planteaba Aristóteles este asunto.
Imagen 11. Formando el carácter |
La ética es el estudio del carácter
Como recordarás de cursos anteriores, se suele definir la ética como el saber, que estudia la moral. También recordarás que la moral tiene que ver con el carácter, que tenemos que formarnos, para afrontar con nuestras respuestas los problemas o vicisitudes, que se nos presentan.
Para formar el carácter no cabe duda que es necesario la sabiduría, pero como veremos no solo con la sabiduría podemos conseguir formarnos una carácter ajustado.
La ética como parte de la ciencia política
Aristóteles engloba la ética dentro de la ciencia política. La ciencia de la política en general (tomada en su totalidad) se divide en:
A pesar de que Aristóteles afirmó que, el bien del Estado es mayor y más perfecto que el bien del individuo y que con este último nos podemos contentar, cuando no podemos alcanzar el primero, al final parece cobrar mayor importancia el bien individual y el Estado aparece como si estuviera al servicio del individuo.
Una ética teleológica
La ética aristotélica es una ética teleológica (¡atento!, he dicho teleológica no teológica), ya que parte de la idea de que toda acción tiende a algún bien (fin). Bien es aquello a lo que tienden las cosas. Así la moralidad consiste en hacer determinadas acciones, no porque nos parezcan correctas en sí mismas, sino porque las reconocemos capaces de dirigirnos a lo que es el bien para el hombre.
La ética una ciencia imprecisa
Aristóteles opina que la ética es un saber, que carece de la precisión de otras ciencias (matemáticas), en las que los primeros principios son fácilmente adquiridos por abstracción de los datos sensibles. Los principios de la ética, sin embargo, están demasiado inmersos en los detalles de la conducta, para que se los pueda captar fácilmente. Pero lo esencial de la ética consiste precisamente en captarlos.
Por ello, para que esto sea posible es necesario que se den dos condiciones:
Del análisis de estas opiniones generales, Aristóteles acepta que el fín de la vida humana es la eudaimonía. Aunque tradicionalmente este término es traducido como felicidad, Ross (uno de los mejores especialistas sobre Aristóteles) sostiene que es mejor traducirlo por buena fortuna o bienestar, pero sin identificarlo con el mero placer, ya que felicidad designa un estado de sentimiento diferente del placer, que sugiere permanencia, profundidad y serenidad. Para Aristóteles la eudaimonía es una especie de actividad y no una especie de placer, aunque el placer la acompañe naturalmente, de ahí que sea mejor traducirlo por bienestar, sin que haya de ser entendido como un planteamiento hedonista.