2.4 Cuando a pesar del método tenemos que salvar la duda
Salvar la duda o cómo estar seguro de que lo evidente es verdadero
- - "¿Alguna vez has tenido la sensación de no saber con seguridad si sueñas o estás despierto?"
- - Cómo habrás experimentado cuando soñamos, los sueños se nos presentan con evidencia, ¿quiere decir eso, que son verdaderos?.
- - Entonces, ¿cómo podemos saber que algo evidente es verdadero?, ¿no estarás siempre durmiendo?
- - Realmente no se me ocurre ninguna solución a este problema, y aunque me estoy empezando a preocupar, tengo claro que estoy despierto
- - Bueno, de momento no te preocupes, este procedimiento, es algo que utiliza Descartes para saber si existe alguna verdad de la que no quepa ninguna duda. Es lo que se denomina la duda metódica.
La duda metódica
Es el proceso de duda que emprende Descartes con la intención de averiguar si hay alguna verdad indudable y que lleva a cabo rigurosamente y de forma sistemática, procediendo paso a paso y considerando falso todo aquello de que pueda tenerse alguna duda.
Para llegar a encontrar esta evidencia suprema, necesita Descartes estar libre de toda duda. Por ello, como metodología, comenzará a dudar de todo conocimiento, para encontrar esa evidencia suprema. Así, Descartes dudará de todo excepto de unos principios básicos morales, que son necesarios mantener de forma provisional.
Los motivos de duda en Descartes son los siguientes:
- información de los sentidos (está claro que las sensaciones a veces son engañosas)
- de nuestros razonamientos (también somos conscientes de que podemos cometer errores en los procesos de razonamiento y asumir como inferencias verdaderas las que no lo son)
- hipótesis del genio maligno (es como Matrix, imagina que estamos enchufados a un ordenador)
Imagen 17 Genio Maligno |
La hipótesis del genio malignoHipótesis que supone la existencia de un daimon o genio entidad superior a los hombres cuya finalidad es la de provocar el extravío y el engaño de éstos. Esta hipótesis no implica, en absoluto, la creencia en la existencia de tal entidad, sino que solamente se postula como medio para, llevando la suposición hasta el límite, extraer las consecuencias que se derivarían de ella. Descartes, en el proceso de su rigurosa duda metódica formula esta hipótesis para llegar a determinar qué puede creerse con certeza absoluta, incluso en el caso de que existiese realmente el hipotético genio maligno., es realmente el motivo más fuerte de duda. Si somos capaces de resolverlo ya no tendremos ningún problema. Esta hipótesis la podía haber formulado Descartes creando el guión para una obra de teatro al estilo Shakespeare titulada Matrix. Pero en la época de Descartes no existían aún los ordenadores y además hubiera resultado muy difícil conseguir los efectos especiales. Así que Descartes tuvo que echar mano de lo que había y formuló una hipótesis más acorde con los tiempos y que más o menos venía a poner al interlocutor en la siguiente posición: Imagina que existe un geniecillo cachondo, que le gusta tomarnos el pelo y que nos hace ver cosas que realmente no son reales.
- - ¿Qué te sucede?, ¿crees que te estoy tomando el pelo?, ¡pues no!
- - Para que veas que este es un asunto muy serio, voy a traducirte la hipótesis del genio maligno a una situación más comprensible y formal.
- - La cuestión es la siguiente: imagina que nuestra naturaleza se caracteriza por el hecho de que cuando percibimos, o captamos algo que creemos real, resulta que estamos deformando la realidad. Es decir, que estamos construidos de tal manera, que nuestra forma fundamental de conocer es errónea y además consideramos nuestros conocimientos erróneos como verdaderos.
- - ¿Se te ocurre alguna solución?, ¡porfa!, que no sea lo de la pastilla roja o la pastilla azul de Morfeo
- - Pues la verdad es que no se me ocurre nada.
- - Si ya veo que se te están poniendo los pelos de punta, a la vez que estás pensando ¡este tío está flipao!
- - Bueno, vamos a ver si Descartes tiene una solución al respecto y es capaz de ayudarnos a salir de este atolladero
Para Descartes, a pesar de estos motivos de duda, aparece una verdad de la que no cabe ninguna duda; "pienso luego existo".
- - Ahora si que estoy flipando, ¡vaya chorrada!
- - Sí, mira, piénsalo bien. Por mucho que me engañen, necesito existir para engañarme. ¿Lo pillas?
- - Puesto que en el sujeto hay una clara identificación entre ser y pensar, ésta es la primera verdad indubitable, la intuición de la evidencia de todo acto de pensamiento, el cual radica en la existencia del sujeto.
- -¡Vale, vale, vale! Asumo, que por mucho que me engañe, tengo que existir, ¿pero eso de qué me sirve?, ¿cómo puedo saber si lo que conozco es verdadero? Así no consigo salir de este círculo.
- - ¡Perfecto!, ¡te has dado cuenta!, ¡biiiiiieen! La evidencia del acto de pensar, no garantiza la evidencia de los contenidos del pensamiento; con lo cual, el problema de la objetividad del conocimiento, sigue sin resolverse.
- - El pienso luego existo es evidente en sí mismo, pues hace referencia a una misma entidad que es el sujeto; ¿pero qué pasa con otras ideas?, pueden ser evidentes para mí y no ser verdaderas, ya que no tengo ningún motivo para no dudar de ellas.
- - Toc, toc, ¿sigues ahí?, ¿te animas a continuar con esta loca aventura de Descartes a ver dónde nos lleva? ¡Pues ala!, ¡vamos a seguir!
Y entonces Descartes hecha mano de Dios, para salvar los muebles
Imagen 18 Dios poniendo ideas innatas |
Descartes necesita imperiosamente un criterio que garantice que las ideas evidentes son verdaderas. Este criterio último es Dios. Así que Dios se convierte en garante del criterio de evidencia. La solución es sencilla si admitimos lo siguiente:
- Dios es bueno y es perfecto, vamos que no me toma el pelo, no me engaña.
- Él es quien ha puesto esas ideas en mí.
- Las ideas, que me aparecen como evidentes, son verdaderas, ya que me las ha otorgado Dios y Dios no puede engañarme.
Pero ahora Descartes se encuentra con un problema añadido, necesita demostrar la existencia de Dios como ser bueno y perfecto.
"Ciertamente, supuesto que no tengo razón alguna para creer que haya algún Dios engañador, y que no he considerado aún ninguna de las que prueban que hay un Dios, los motivos de duda que sólo dependen de dicha opinión son muy ligeros y, por así decirlo, metafísicos. Mas a fin de poder suprimirlos del todo, debo examinar si hay Dios, en cuanto se me presente la ocasión, y, si resulta haberlo, debo también examinar si puede ser engañador; pues, sin conocer esas dos verdades, no veo cómo voy a poder alcanzar certeza de cosa alguna".
Meditaciones Metafísicas (III) fuente: Biblioteca tercer milenio
Ahora vamos a ver cómo demuestra Descartes la existencia de Dios
Descubriendo el error de Descartes
A continuación te presento un fragmento de las Meditaciones Metafísicas con el que Descartes pretende demostrar la existencia de Dios. Te propongo lo siguiente:
- lee con atención el fragmento, en el se puede descubrir un error de razonamiento (¡ya ves! Descartes también cometía errores)
- descubre el error indicando cuál de las tres posibilidades es la correcta
"Por «Dios» entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen [si es que existe alguna]. Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues, aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuese infinita.
Y no debo juzgar que yo no concibo el infinito por medio de una verdadera idea, sino por medio de una mera negación de lo finito [así como concibo el reposo y la oscuridad por medio de la negación del movimiento y la luz]: pues, al contrario, veo manifiestamente que hay más realidad en la sustancia infinita que en la finita y, por ende, que, en cierto modo, tengo antes en mí la noción de lo infinito que la de lo finito: antes la de Dios que la de mí mismo. Pues ¿cómo podría yo saber que dudo y que deseo, es decir, que algo me falta y que no soy perfecto, si no hubiese en mí la idea de un ser más perfecto, por comparación con el cual advierto la imperfección de mi naturaleza?
Y no puede decirse que acaso esta idea de Dios es materialmente falsa y puede, por tanto, proceder de la nada [es decir, que acaso esté en mí por faltarme a mí algo, según dije antes de las ideas de calor y frío, y de otras semejantes]; al contrario, siendo esta idea muy clara y distinta y conteniendo más realidad objetiva que ninguna otra, no hay idea alguna que sea por sí misma más verdadera, ni menos sospechosa de error y falsedad.
Digo que la idea de ese ser sumamente perfecto e infinito es absolutamente verdadera; pues, aunque acaso pudiera fingirse que un ser así no existe, con todo, no puede fingirse que su idea no me representa nada real, como dije antes de la idea de frío.
Esa idea es también muy clara y distinta, pues que contiene en sí todo lo que mi espíritu concibe clara y distintamente como real y verdadero, y todo lo que comporta alguna perfección. Y esto no deja de ser cierto, aunque yo no comprenda lo infinito, o aunque haya en Dios innumerables cosas que no pueda yo entender, y ni siquiera alcanzar con mi pensamiento: pues es propio de la naturaleza de lo infinito que yo, siendo finito, no pueda comprenderlo. Y basta con que entienda esto bien, y juzgue que todas las cosas que concibo claramente, y en las que sé que hay alguna perfección, así como acaso también infinidad de otras que ignoro, están en Dios formalmente o eminentemente, para que la idea que tengo de Dios sea la más verdadera, clara y distinta de todas".
Meditaciones Metafísicas (III) Alfaguara, Madrid 1977, p. 39-40
El sistema resuelto y sin tomar pastillas
Pese a todos los errores y limitaciones de su pensamiento, Descartes ha conseguido solucionar sus problemas, al menos eso es lo que el considera. Ya ha construido la base de su sistema:
- unas ideas evidentes que son verdaderas, porque Dios las ha puesto en nosotros. Estas ideas no son adquiridas (facticias o adventicias), sino que son innatas. Descartes dispone, por tanto, de los primeros principios, a partir de los cuales se puede deducir todo el conocimiento de la realidad.
- unas reglas metódicas que permiten evitar el error y realizar deducciones de los primeros principios.
El cerebro en una cubeta
A modo de curiosidad, la hipótesis del genio maligno, que en algún momento hemos relacionado con Matrix, también puede relacionarse con el denominado experimento del cerebro en una cubeta, planteado por Jonathan Dancy en Introducción a la Epistemología Contemporánea.
En esta página de Wikipedia puedes ver en qué consiste este experimento.
¿Quiéres saber más?
- Sobre la duda metódica
- En Torno al Círculo Cartesiano y al Genio Maligno (sobre la posibilidad de superar la duda metódica)