El texto, que estamos comentando, se centra en la intencionalidad de Sócrates de establecer la validez de la retórica, como forma de conocimiento defendida por los sofistas. Por este motivo, la problemática del texto gira en torno a la cuestión de la verdad y su conocimiento.
En relación con la problemática de este fragmento, cabe decir, que el asunto de la verdad y el conocimiento es un tema prácticamente nuevo y con escasos antecedentes. Salvo algunas escasas aportaciones de los presocráticos (Parménides, por citar un caso), la cuestión del conocimiento y de la verdad no se había abordado con profusión y profundidad. Esta problemática comienza a abordarse con los sofistas y, por supuesto, Sócrates no dejó de lado esta cuestión..
Por otro lado, para comprender este fragmento, no debemos perder de vista el contexto democrático en que surge la filosofía de los sofistas y que está en consonancia con su pensamiento. En una sociedad democrática no tienen cabida concepciones absolutistas y dogmáticas sobre cómo debe organizarse la ciudad o qué es lo mejor para los ciudadanos.
Nos movemos, pues, en un contexto de librepensamiento y de discusión democrática de las ideas, y es fácil darse cuenta de la importancia, que la oratoria o la retórica pueden tomar en este contexto. El relativismo de los sofistas encaja bien en esta sociedad democrática. Otra cuestión fue las posteriores derivaciones hacia planteamientos puramente demagógicos, que terminaron por dar al traste con la democracia ateniense. Sócrates sensible a esta situación y consciente de los problemas, que la exacerbación de las ideas de los sofistas y las actitudes de algunos de ellos, ocasionaban a Atenas, no pudo dejar de tomar partida en este debate e intentar, desde la filosofía, recuperar el el esplendor y la virtud de Atenas y sus ciudadanos.
Aunque en sus orígenes el pensamiento socrático parece ser que se movió en torno a la filosofía de la naturaleza, pronto abandonó esta orientación, para centrarse en el tema del conocimiento y la moral.
Ya hemos dicho que la preocupación de Sócrates, en este texto de Platón, es atacar a la retórica como forma de conocimiento válido. Tenemos que tener en cuenta que los sofistas, y sobre todo Gorgias (personaje de este diálogo) habían mantenido un claro relativismo, toda verdad es relativa al contexto sociocultural en el que se manifiesta. Recordamos que Gorgias, el más radical de los sofistas, afirmaba, que no existe la verdad; que en el caso que existiera, ésta no se podría conocer; y que suponiendo que se pudiera conocer, desde luego no se podría comunicar. La consecuencia es clara, el lenguaje solo sirve para convencer a los demás, de ahí la importancia que la retórica tiene para los sofistas, así como la oratoria.
Sócrates, preocupado por el cariz que estaban teniendo los acontecimientos y la pérdida de los valores clásicos en Atenas, decide salir al paso de los sofistas, tratando de defender una serie de valores que permitan una mejora de su ciudad y de sus ciudadanos. Para ello defiende la existencia de verdades universales y la posibilidad de que estas verdades pueden ser conocidas.
Consciente de que solo es posible llevar a cabo una investigación, si se parte del reconocimiento de la propia ignorancia (inicio de su método dialéctico), sale a la plaza pública a debatir y conversar. Sócrates, a base de ir cuestionando las creencias o las ideas de sus interlocutores, intenta llegar a establecer definiciones de carácter universal, que puedan tener la consideración de verdades absolutas. Es importante llegar a ellas y sobre todo establecer qué es el bien, porque sólo quién conoce lo que es bueno lo puede llevar a cabo. Conocer el bien es fundamental, ya que sólo de esa manera se puede mejorar Atenas y a sus ciudadanos.
Desde la posibilidad de este conocimiento, se enfrenta Sócrates a la retórica de los sofistas, mostrando, que los retóricos no son expertos en ningún tipo de conocimiento, si no en el manejo de la retórica, que no es más que un mero instrumento, para convencer a los demás. Por tanto, sólo los expertos pueden tomar decisiones adecuadas en el ámbito de su dominio. Los sofistas no son expertos en nada, y por ende, deberían estar cayados. Con ello se inicia, el posterior planteamiento de Platón, que concluirá afirmando que los sabios (filósofos) conocedores del Bien, son lo que deben dirigir la ciudad.